Cuando se quiere bajar de peso son muchas las opciones propuestas, pero realmente ¿son todas útiles?
Uno de los métodos preferidos por las personas en el mundo es la dieta, incluso, algunos aseguran que es el más efectivo, pero eso no es precisamente lo que dicen los expertos.
En entrevista con La Nación, la médica y especialista en nutrición Mónica Katz asegura que hacer dieta es una guerra perdida «el problema es que transitamos una vida de dietas rotas, comenzamos una dieta extrema y, al no poder sostenerla, la dejamos. Así se produce el rebote de peso y comenzamos otra. Está comprobado científicamente, hacer dieta engorda».
De acuerdo a esto muchos entran en sorpresa porque culturalmente se ha considerado que la dieta viene siendo lo más pertinente para bajar de peso.
Entre las respuestas de por qué no es lo ideal, la especialista nos dice que:
¿Por qué una persona que vive a régimen tiene más chances de engordar?
Porque la privación de calorías genera un reajuste del cerebro que interpreta la situación como peligrosa y comienza a funcionar en modo ahorro. Existe evidencia científica que dietar es el mejor predictor de ganancia de peso a cuatro años.
¿Cuál es el límite entre el cuidado personal con la obsesión por la comida y la delgadez?
Siempre habrá una tensión entre el acto de comer, inevitable, y el malestar con el cuerpo. El punto es dónde nos colocamos como cultura, como expertos, como agentes de salud, como consumidores, como gobiernos. ¿Aumentamos el malestar o tendemos puentes entre la alimentación y el placer?
Por su parte, las nutricionistas Evelyn Tribole y Elyse Reschle han apostado a que la mejor dieta es no hacer dieta, es decir, deberíamos ser capaces de comer lo que nos apeteciera en cada momento y que eso que comiéramos fuera justo lo que el cuerpo necesita.
La idea sería comer sano y de manera intuitiva, saber qué es lo que mi cuerpo necesita sin caer en el tema de trastornos como el sobrepeso.
Incluso, las especialistas argumentan que nuestro cuerpo sabe bien lo que necesita para mantenerse equilibrado, pero nosotros no lo escuchamos y comenzamos a deducir qué comer y que no sin darnos cuenta que todo lo que dejamos de consumir forma parte activa del correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.
Por ejemplo, la dietista y coach nutricional Blanca Galofre afirma que “respecto a los hidratos de carbono, una ingesta insuficiente generará, entre otras cosas, que no contemos con la glucosa necesaria para pensar con normalidad, estudiar o hacer cualquier esfuerzo intelectual. Tampoco tendremos energía suficiente para realizar deporte. Pero si nos pasamos, serán almacenados en forma de grasa, sobre todo abdominal”.
Dentro de las recomendaciones principales para el tema de la alimentación, María Pilar Casanova con su iniciativa de Atrévete a comer nos dice que lo ideal sería comer no porque si, no porque se ha tenido un mal día o porque se cree merecerlo, sino disfrutar realmente de lo que el cuerpo me pide y reconectarme con el saborear de los alimentos.
Debemos entonces comprender que nuestro cuerpo sabe cuál es el peso ideal así se tenga otro en la mente de forma forzada, “el cerebro tiene una noción propia de lo que debes pesar, sin importarle lo que creas conscientemente. Es lo que se dice el ‘punto de ajuste’, un término engañoso porque en realidad abarca un rango que oscila entre cuatro y siete kilos”. Es decir, que si pesamos por ejemplo 60 kilos, para el cerebro variaciones de entre esos pocos kilos no serán consideradas anómalas”, expresa la neurocientífica estadounidense Sandra Aamodt.