Hace un tiempo, durante una visita, mientras acompañaba a una gran amiga a una exposición de la cultura japonesa, me llamó la atención, más por morbos masculino que por otra cosa, una revista de ánime explícito o, lo que se llama comunmente, «Hentai». Mientras estaba mirando la cantidad de dibujos y la interesante caligrafía japonesa, mi amiga se acercó a mí, sonriente, y me dijo «¿te gusta?» Era obvio que la respuesta era acertada, la lujuria masculina es muy tosca, por lo que mi respuesta se entendió al asentir mi cabeza. Ella, un poco más seria, tomó otra de las revistas y, señalándome la caligrafía, me explicó: «los japoneses, para evitar que los menores de edad lean este tipo de cosas, utilizan otro tipo de caligrafía con las revistas o contenidos para adultos. Así evitan que los niños entiendan el lenguaje utilizado».
omicrono.comLuego de todo esto, mucho tiempo después, se me presentó la incalculable duda que todavía hoy me revuelve las ideas: «¿Por qué, los de habla hispana, no adoptamos también esta medida? Podríamos utilizar una gran variedad de palabras sofisticadas para evitar que los niños ensucien desde temprana edad su inocencia y, siendo el caso, si aprenden estas palabras, podrían honrarse de tener un vocabulario explícito de lo más noble». Con todo esto entonces, por ejemplo, la profesión de actor porno se podría denominar «Actor de concupiscencia in modus vivendi». No creo que un niño, en su sano juicio, sepa el contexto del que se está hablando si alguien dice que pertenece a esa «exclusiva» profesión. De igual forma podríamos modificar el lenguaje que se utiliza para cada parte del cuerpo que opere en la sexualidad, apoyándonos en las hermosas palabras científicos o en el apropiado latín.
Por ejemplo, podríamos utilizar, en vez de la gran cantidad de nombres que le atribuyen al órgano sexual femenino, palabras como «femina vulva, conjunto labial femenino o, de una forma más poética, dulce arrollo de regodeo brioso«. Para el órgano masculino, la cantidad parece sorprendentemente mayor: «pincel de sonrisas de Afrodita, falo carnal extenso (o no), el carisma del amor, el ligno vitae o leño valeroso de perecedera aplicación». Para el «anillo de detritos», a menudo utilizado, el nombre más apropiado es este mismo, pudiéndose denominar también, como poema, como una «opción de delicado trato«. Para los inquietantes pechos, podríamos utilizar: «Sinuoso en proyecto de utilización no natural» si hablásemos de su uso sexual o, más delicadamente, «Infantem cibum, hominis felicitatem» que significaría «alimento del recién nacido, dicha del hombre». Como ven, la utilización es tan extensa como posible.
Luego de todo esto, también sería adecuado cambiar el lenguaje obsceno de los guiones de las películas, haciendo combinaciones con estos nombres para formar espléndidos poemas de dramaturgia. Por ejemplo, las actrices deberían de conocer el extenso idioma y, hablándole a su pareja, decirles «Lléname de dicha celestial, inunda tu pincel de sonrisas de Afrodita en mi dulce arroyo de regodeo brioso». También podrían ser un poco menos explícitas si dicen «báñame con tu semilla, llena con júbilo mis sinuosos en proyectos de utilizaciones no naturales». ¿Qué joven podría entender el morbo de una oración tan poética, tan científica?
Las opciones serían maravillosas, no sólo regalándonos un mundo pornográfico más culto; en el cual sus representantes tendrían en su mano libros de Shakespeare para poder recitar apropiadamente oraciones de difícil entendimiento. Sino que los niños, si con curiosidad desearan adentrarse a este mundo, aprenderían un lenguaje muy avanzado a su edad y, en vez de llenar las escuelas con denominaciones burdas, hablarían con una «prosa» delicada de nuestra «dicha». Como ven, nada malo se sacaría de esta iniciativa. ¡A culturizar el morbo!