Siempre hemos creído que el dinero es imprescindible para nuestro diario vivir, pues sin duda se hace necesario para la adquisición e comodidades, trabajo, educación, salud y demás.
Sin embargo, hay quienes le han aportado a dejar de hacer parte de la sociedad consumista y La Vanguardia nos trae un caso especial.
Se trata Jo Nemeth, quien hace año y medio dio un gran giro a su vida decidiendo vivir sin dinero y, por tanto, sin consumo, para reducir su huella ecológica (el impacto que nuestras acciones tienen en el medio ambiente) y demostrar de este modo que no sólo es posible mantenerse sin ingresos, sino que, además, no se vive nada mal. “A veces me presionan para volver a la vida con dinero, pero no quiero, me gusta vivir así”, dice Nemeth.
En enero de 2015, esta australiana de 47 años se despidió de su trabajo como coordinadora de un programa de desarrollo comunitario. Dejó la casa en la que vivía junto a su entonces pareja y su hija, y se mudó a la granja de unos amigos.
Argumenta que era infeliz en su vida anterior, pero que estaba cansada de vivir consumida por la rutina, “en la decisión de llevar una vida sencilla también pesaba el impacto ambiental que implican todas las actividades orientadas al consumo: desde la compra de alimentos y ropa, el transporte de combustible o la utilización de energía no renovable. Fuera donde fuera, mi dinero estaba contribuyendo a la destrucción del planeta y a empeorar no sólo la situación del medio ambiente, sino la de todas las personas que sufren a costa de la ingente cantidad de recursos que Occidente demanda para producir todo lo que consumimos. Cada vez que gastaba dinero me sentía fatal, así que decidí dejar de hacerlo”, afirma Nemeth.
¿Cómo vive Nemeth?
Se abastece del agua de la lluvia y del río que almacena en un depósito. Utiliza energía gracias a una placa solar portátil que adquirió antes del cambio y que va con ella a todas partes.
Tiene celular y computador portátil, de estas tecnologías no ha podido desapegarse, pero no cuenta con servicio de internet.
Permanentemente recibe fuertes críticas por lo que hace, algunos dicen que debe pagar impuestos, otros, la tildan de vaga, pero ella es feliz con la vida sencilla que lleva, diariamente escribe, lee, visita a sus amigos cercanos y cultiva la tierra en la que vive.
“Es una vida muy fácil. Creo que es como a muchos les gustaría vivir, pero no lo hacen, porque creen que renunciar al dinero implica también renunciar a la comodidad, y no es así”, concluye.