Muchos colombianos han dejado el país guiados por el “sueño americano”, la inseguridad o simplemente porque quieren tener oportunidades que, según ellos, no pueden encontrar en Colombia.
¿Será que toda aquella persona que lleva más de la mitad de su vida en el exterior, o las que anhelan con todas sus fuerza irse para cualquier otro país, han considerado verdaderamente las maravillas que tienen a su alrededor y a las cuales pueden acceder sin la necesidad de dejar a su familia en Colombia?
Lo más común sería hablar de los paisajes y las comidas típicas a la hora de dar las razones por las cuales un colombiano no debe dejar nunca su país, y es cierto, tenemos lugares dignos de admirar a nivel mundial como las playas del Caribe, el Desierto de la Tatacoa y la Sierra Nevada de Santa Marta; y ni hablar de las comida más representativa, una bandeja paisa, enamora a cualquiera.
Pero hay mucho más esto. Colombia tiene la amabilidad de sus habitantes, los santuarios al Divino Niño, la Virgen del Carmen, el Milagroso de Buga y los martes de María Auxiliadora. El álbum de Chocolatinas Jet, los domingos de cliclovía, la mazorca con mantequilla y sal y los famosos culebreros.
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Además, somos el país del Sagrado Corazón de Jesús que tiene La Feria de las Flores, El Carnaval de Barranquilla, La Feria de Cali y cientos de reinados y donde por tradición se dice «se acabó el año», cuando estamos en julio y el inconfundible «dele, dele, dele, dele”.
Colombia tiene las novenas bailables, los alumbraos de diciembre, la parranda del 31 y la quemada del muñeco, los músicos de los buses y la tradicional arepa y empanada.
Son innumerables las razones, pero no podemos olvidar la Pony malta con pan, el salchichón con limón y, por supuesto, los sagrados lunes festivos.