Las personas que sufren Síndrome de Down son, para la mayoría de las familias, un regalo. Las personas que han narrado su experiencia con sus hijos, han aceptado que es algo único, invaluable y una reconquista de la vida tal y como la conocían. Las palabras de aliento sobran para el tratamiento de estas situaciones y las perspectivas para entender el desarrollo cognitivo de este trastorno genético, han evolucionado hasta atribuciones increíbles y dignas de orgullo. Entonces: ¿cómo es vivir con un hijo con síndrome de Down?
hipertextual.comLas estadísticas señalan varias realidades. La primera de ellas se basa en la tendencia de garantizar este tipo de supervivencias, permitiendo la vida humana, y la segunda es aquella orientada al sacrificio prenatal de embriones que tengan la composición genética para desarrollar este trastorno. En los resultados de la dimensión demográfica, se ha establecido que de 10.000 nacimientos, 5 son abortados en su etapa fetal y al parecer se mantiene la tendencia descendiente en los países desarrollados, concluyendo con que los nacimientos de este tipo de personas serán cada vez menores.
Debido a esto se han logrado resultados científicos para el desarrollo de una prueba médica que podría acabar con el Síndrome de Down, pero no todos quieren que se desarrolle, pues, según la nota periodística, es imposible concebir que nuestras generaciones futuras crecerán en un mundo en donde nadie quiere tener hijos con esta condición. Se da el ejemplo en Islandia en donde “casi todas las embarazadas se hacen pruebas de síndrome de Down y casi 100% de las mujeres con diagnóstico positivo optan por abortar”.
Y es que cuesta creer que la humanidad está rechazando una condición natural aleatoria que, según la experiencia, ha dado mucha felicidad. En el artículo “Mi historia con Rocío, mi hija con síndrome de Down”, escrito por María del Carmen Benito, se establecen varios hitos sobre su aprendizaje de vida. Señala que las etapas que tuvo que superar fueron: el shock de enterarse que su hija padecía esta condición, la lucha por superar el trastorno y la preocupación por todas las operaciones a los que son sometidas este tipo de personas. Concluye el escrito señalando una frase de un profesor suyo de la Universidad: “Mi hijo con síndrome de Down sólo me ha dado dos malos momentos: cuando nació y cuando murió”.